Reflujo gastroesofágico: guaguas que rompen la ley de gravedad
Dicen que todo lo que sube tiene que bajar... pero a veces lo que debiera bajar, tiende a subir. Detrás de los vómitos -una de las principales causas de consulta en los lactantes- puede haber un reflujo gastroesofágico. Sepa en qué consiste y cómo prevenirlo.
Con la colaboración del Dr. Sergio Ceresa O.
Departamento de Pediatría de la Clínica Las Condes
Tomasito parece un grifo abierto. Apenas termina su mamadera o incluso en plena succión, le vienen vómitos violentos y devuelve todo lo que ha tomado. Constanza, en cambio, no tiene problemas con la “papa”, pero cada vez que la toman en brazos mancha su ropa -y la ajena- con restos de leche. El caso de Pedro es diferente: tiene sucesivos cuadros respiratorios por aspirar contenido gástrico.
Aunque parecen situaciones distintas, el origen puede ser el mismo: reflujo gastroesofágico. Se calcula que afecta a 60% de los niños al nacer, aunque no todos presentan los síntomas clásicos.
El reflujo consiste en el paso del contenido del estómago (alimentos y ácidos) hacia el esófago. Esto puede ser algo normal tanto en niños como en adultos, pero cuando se repite en forma frecuente y se asocia a síntomas como regurgitaciones frecuentes o vómitos más intensos, es conveniente estudiarlo.
Si el niño presenta una baja de peso, un retardo en el crecimiento, no se alimenta bien, rechaza la alimentación, o el contenido gástrico pasa hacia el área respiratoria produciendo atoros y problemas pulmonares -bronquitis obstructiva, laringitis obstructiva o aspiración del contenido gástrico-, estamos en presencia de un reflujo gastroesofágico patológico.
Esta enfermedad es más frecuente en el lactante debido a causas relacionadas con sus propias características y con el tipo de alimentación. El niño recibe un importante aporte de leche para el pequeño estómago que tiene. Por eso el contenido tiende a rebalsarse e ir hacia arriba. El lactante presenta una insuficiencia en la válvula que une el esófago con el estómago. “Es como una llave, que puede estar semi abierta o no se cierra bien y hace que el contenido tienda a subir.
Muchas veces éste es un problema de tiempo. "En los lactantes tiende a mejorar entre los 8 meses y el año, o incluso hasta los 2 años”, explica el doctor Sergio Ceresa, gastroenterólogo infantil. Sin embargo, en algunos casos el problema persiste hasta la edad adulta.
En algunos niños con este problema se desarrolla una esofagitis, es decir, una irritación de la mucosa del esófago, con presencia de erosión y de úlceras. En ciertos casos, puede producirse hemorragia y, si no cicatriza bien, provocar una estrechez del esófago a largo plazo. Cuando el esófago se daña y el niño no come, puede vomitar más, produciéndose un círculo vicioso.Cómo diagnosticarlo La clave es la historia del niño. Sin embargo, los vómitos –principal síntoma del reflujo- también pueden ser causados por muchos otros factores, como una malformación a nivel del tubo digestivo.
Por esto, existen exámenes que ayudan a determinar el diagnóstico. Uno de ellos es el estudio del pH esofágico. Consiste en introducir una sonda para medir el contenido de ácido del estómago que llega al esófago. De esta forma, se puede verificar si el reflujo es más frecuente en la noche que en el día y qué relación hay con los síntomas.
También existen estudios radiológicos que permiten evaluar el normal vaciamiento del esófago y del estómago.
Además, es importante descartar que la causa del vómito sea una alergia alimentaria a la proteína de leche de vaca, presente en niños alimentados con relleno.
En los casos más complicados o que no responden bien a los tratamientos habituales, es necesario hacer una endoscopía.Qué hacer “Una de las causas más importantes de vómitos en el lactante es la mala técnica de alimentación”, explica el doctor Ceresa. Para evitarlo, es importante crear buenos hábitos, relacionados con la cantidad de alimento y la posición en que se da.
* Alimentación: es preferible que la mamá amamante sentada, con el niño erguido y no acostado y darle volúmenes pequeños. A veces ingiere tanta leche, que basta que tosa para que todo salga hacia afuera.
Para quienes toman mamadera, también se recomienda la alimentación fraccionada (no con grandes volúmenes) y el espesamiento con algún aditivo, como harina de arroz.
En niño mayores se aconsejan las mismas medidas que para los adultos: restringir las bebidas gaseosas, alimentarse en forma fraccionada y evitar algunos alimentos como el chocolate, pues su alto contenido de grasa hace que el esfínter gastroesofágico tienda a abrirse más.
* Hora de dormir: para evitar el reflujo y sus consecuencias es conveniente que el niño duerma con la cabecera levantada, ya sea con almohadas o mejor aún elevando las patas de la cama o cuna con la ayuda de algunos libros o la guía telefónica.
* Medicamentos: en los casos en que las medidas habituales no consiguen buenos resultados, el especialista puede indicar medicamentos que ayuden a que el esfínter gastroesofágico esté más contraído.
Si a pesar de todo no mejora, existen fármacos bloqueadores de las secreciones ácidas del estómago, que hacen que suba menos ácido y previenen la irritación del esófago.
* Cirugía: en la mayoría de los niños, el reflujo gastroesofágico se cura antes del año de vida. Son muy contados los casos que requieren de cirugía y ésta se asocia principalmente a pacientes con malformaciones congénitas.